Urbanismo

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Las obras en calle Rojas Marcos han dejado al descubierto la primera red de saneamiento, construida en 1929 para la depuración de aguas residuales y que llega hasta la carretera de Carmona. Toda una historia apasionante de infraestructuras hidráulicas en torno a manantiales, fuentes y baños rodea la zona más céntrica de nuestro pueblo. 


Manuel González Blanco, ‘El Maravilla’, se encontraba paseando por el Arco de la Rosa en la mañana de este miércoles, cuando le sorprendió “un gran boquete” en las obras en las redes de saneamiento, abastecimiento y pavimentación que se están emprendiendo en calle Rojas Marcos, junto al bar La Cueva, asomando al Arco de la Rosa.

  

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Bajo las obras se encuentra, con casi total seguridad, la red de saneamiento de 1929, que responde a la necesidad de evacuar aguas residuales tras una importante ampliación de la red de abastecimiento acometida en 1926 por el Ayuntamiento de Marchena que, según se recoge en el estudio ‘El abastecimiento de aguas en la Marchena contemporánea”, de Manuel Olías y Ramón Ramos, llevaría agua a 12 fuentes de Marchena, de manera que el agua pudiera llegar a la población desfavorecida con más facilidad. El proyecto se basó en la construcción de un depósito elevado en calle Santa Clara al que suministrarían agua el nuevo pozo de San Antonio (situado sobre el Manantial del Lavadero) y el Pozo del Concejo. En ambos pozos se instalaron bombeos eléctricos. Del depósito elevado partiría la red de distribución, construida por tuberías de hierro fundido hasta llevar agua a las fuentes de Plaza Alvarado, San Agustín, San Juan, Siete Revueltas, Plazuela del Topo, calle Guillermo, Méndez Núñez (hoy calle Madre de Dios), Espíritu Santo, Plaza de San Miguel, Calle San Sebastián, Calle Santa Clara junto a la carretera y calle San Sebastián junto a la carretera. Posteriormente, se construirían diez fuentes más.


Como se explica en el estudio, hasta ese momento no existía ningún sistema de eliminación de las aguas residuales, que hasta entonces se vertían “en un pozo negro o directamente en la calle”, pero la red de abastecimiento municipal, a la par que abastecía a población con graves dificultades de acceso al bien fundamental que es el agua, tenía el inconveniente de la generación de mayor volumen de agua residual, al ser mayor el consumo. Esta red, en otro orden de cosas, acabaría con una profesión centenaria como la de los “aguaores”, profesionales del reparto de aguas hasta las casas, donde llevaban los recipientes y cántaros correspondientes a cambio de un precio, figura regulada desde el siglo XVI.


De esta forma, se realizó en 1929 el proyecto de la primera red de saneamiento, que cubrió las principales calles del núcleo urbano (Rojas Marcos, Antonia Díaz, Santa Clara, Las Torres, San Sebastián, San Francisco, Méndez Núñez…).

 

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El colector principal de esa red desembocaba en el denominado Baño de los Caballos, situado en la Avenida Maestro Santos Ruano, donde estuvo situado el antiguo Instituto de FP López de Arenas y también ocuparía parte del actual Parque del Príncipe. En la barriada de Andalucía actual, paralela al lugar, se celebraría desde el siglo XIX la Feria del Ganado, intercambio comercial germen de la Feria de Marchena del presente: “En Marchena, no tenemos mar, pero tenemos pasado”, incide Manuel González.

 

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Recorriendo en paralelo la parcela que aún queda descampada, la tubería de esta red de saneamiento de 1929, llega hasta la carretera de Carmona atravesando la vía del tren, y podemos verla sobre la superficie hoy en día.

 

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La canalización en sí, partiría desde más arriba, desde la Calle San Sebastián, a la altura de la Plazuela de San Sebastián (en naranja en la imagen y en azul Los Baños del Caballo en zona del Parque Príncipe y Antiguo FP), pasando por la zona más directamente afectada por las actuales obras, que constituye en sí misma “una potencia en manantiales”, expresa Manuel ‘El Maravilla’.


En efecto, en los baños situados en la Plaza de la Fuente (hoy Plaza Alvarado o del Pololo), en lo que es actualmente el edificio del extinto hotel Ponce, se encontraban unos baños curativos por las propiedades específicas del agua, que “ya eran conocidos en los tiempos de los romanos”, según la documentación encontrada al respecto para la realización el citado estudio de Ramón Ramos y Manuel Olías, que añaden que estos baños eran “el resultado de la unión de dos manantiales: uno que entraba en Marchena por calle Cristóbal Colón, San Francisco, corralón de San Francisco y Plaza Vieja y otro que nacería en la esquina de la calle Boteros, según recoge el autor “delante de la puerta de la casa frente de la torre redonda y sigue su acueducto romano como a la profundidad de tres varas por la corriente de la Plaza de los Hortelanos” hasta llegar a la casa de los baños, asegura Morales Sastre, autor del siglo XVI.


Esta conjunción de manantiales concuerda perfectamente con testimonios de los más viejos del lugar, con los que nos encontramos en el paseo con Manuel y que, de pequeños, aproximadamente en la década de los 40 y los 50, recuerdan los vestigios de los manantiales por la esquina de la calle Boteros o el propio Manuel, que a principios de los años 70, “siendo pequeños, los niños nos metíamos por las canalizaciones, cabíamos de pie”, indica.

 

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En este sentido, Manuel González recuerda una anécdota de un personaje que existió en la realidad, ‘El Higuito’, por las circunstancias de la vida “un robagallinas” al que “echaban la culpa de todo. Cuando alguien robaba en el pueblo, los municipales preguntaban por él. Entonces, para que no lo cogieran, se metía por unas canalizaciones que había en Santo Domingo y ya, no pudiéndoles perseguir, preguntaban los municipales ¿para dónde va Higuito? Y la gente les decían ‘pa adelante’ va Higuito, que es un dicho que ha quedado ya en el argot popular”. Manuel González nos aporta una fotografía antigua en las que se ve enfrente de Santo Domingo unas piedras: “Ahí debería haber una cueva y un pozo”, afirma.


Esa casa de los baños, cuyas aguas atestiguaron en el tiempo importantes propiedades curativas, pasó de tener un depósito, dos baños (uno particular y otro común) y un lavadero a principios del siglo XIX a estar formada por ocho pilas de mármol, dos albercones destinados a los pobres, duchas y chorros a finales de ese siglo y estarían en funcionamiento hasta bien entrado el siglo XX.


Estos baños, que también surtían de agua al pozo del abrevadero de San Antonio en épocas en las que el agua escaseaba bien por sequía o averías, servían como complementación del abastecimiento principal, compuesto hasta entonces por varias fuentes y pozos principales, muchos de ellos alejado del grueso de la población; Fuente de San Ginés, la de San Roque, la fuente de las Cadenas, el pozo del Concejo (junto a la gasolinera frente a Ángeles Cuesta), pozo de la Mina y la Ventilla (cuesta Los Curro). También había pozos particulares en algunas casas, aunque servían mayormente para riego y servicio diario de la casa y no para consumo humano.


Otra fuente singular en el imaginario de los marcheneros es la de las Cadenas, que desde 1864 fue desplazada por un plan municipal de embellecimiento de las calles que conllevó la construcción de la Plaza Alvarado, desde su lugar original entre dicha plaza (hasta entonces llamada Plaza de la Fuente) y Hostal Ponce, hasta el actual, en la esquina con Plaza de la Constitución, que entonces ocupaba un espacio entre Casa de los Baños y Matadero Viejo. La Fuente de las Cadenas (también antiguamente conocida como de San Antonio o Fuente de Abajo) se proyectó en 1675 y se construyó en 1678 y la descripción que recoge Morales Corrales, de Morales Sastre, es bastante detallada.

 

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A partir de ahí, la historia de Marchena reciente es una lucha continúa entre las progresivas mejoras en el abastecimiento de aguas y problemas de escasez de agua persistentes en el tiempo, que han obligado a situaciones como habituales repartos de agua en camiones cuba incluso a principios ya de la década de los 70, o entonces a solicitar la entrada en el Plan Écija para surtirse Marchena (y varios pueblos de alrededores) de las aguas del Embalse del Retortillo, lo que se produjo finalmente en 1977. La construcción de más depósitos y pozos, especialmente en la zona de Vistalegre, fue también determinante para la mejora en el servicio en los años 70 y 80. La concesión a empresas privadas empezaría en 1989 a Seragua y en 1995 a Aquagest, y desde hace unos años a Hidralia.


Volviendo al entorno de la citada casa de Baños, según testimonio de Pepe Díaz Luque, presidente de Acupamar, bajo el torreón que hay junto a la Fuente de las Cadenas, podría existir un aljibe, además de un balneario tras el actual emplazamiento de la fuente. Acupamar ha presentado, asimismo, un escrito en el Registro del Ayuntamiento para la inspección arqueológica de antiguas estructuras hidráulicas que pudiera haber en la zona de las actuales obras y recuerda, igualmente, que en las obras del actual centro comercial Planelles, cuando se intentó acometer el aparcamiento subterráneo, las aguas subterráneas abundantes impidieron su realización, de forma que en la zona no se descarta que pudieran existir aún vestigios de importantes estructuras hidráulicas romanas e incluso estructuras transversales entre Arco de la Rosa y calle Conejero.


De hecho, el estudio al que hacemos referencia, de Ramón Ramos y Manuel Olías, atestigua que el suministro de agua de los primeros habitantes de Marchena se llevaría a cabo por varias fuentes o manantiales que han venido utilizándose prácticamente hasta nuestros días y cita el manantial del Lavadero, las surgencias de agua en torno a la zona de la Fuente de las Cadenas, el manantial de San Ginés y los existentes en la zona del Barranco, así como otros muchos más de la antigüedad.


Salvador Ordóñez Argulla explicaría en las I Jornadas de Historia de Marchena que “la comarca de Marchena se sitúa sobre un cerro abundante en veneros de agua que domina toda la villa del Corbones” considerando prolífico el número de construcciones hidráulicas, que aunque en la mayor parte fueran para regadío de cultivos, algunas debieron servir para consumo humano de las ‘villae’. Entre estas infraestructuras, citaba algunas como el gran conjunto hidráulico de cisternas de la zona del Lavadero, que se alimentaba del manantial que sigue fluyendo, así como un gran depósito en el cortijo de Vico o una gran construcción de hormigón con contrafuertes en la zona del Toril. En la zona del Alcázar, dos grandes aljibes, estructuras que podrían ser consideradas como baños o depósitos en el Convento de Capuchinos y la gran alberca del Parque, constituyen un conjunto importante de infraestructuras hidráulicas, así como un sistema de cloacas con bóveda de medio cañón que se abre directamente al exterior del Alcázar cuya función, sin embargo, no es al cien por cien precisable.


Lo cierto es que las conexiones entre el pasado reciente y el presente forman en nuestro pueblo un puzzle en el que las piezas se entroncan y donde antiguas infraestructuras todavía marcan el camino de las actuaciones de hoy en día. Así lo supieron desde los habitantes de la villa romana que dieron esplendor al Lavadero (hoy tapado seis años después de su descubrimiento) hasta nuestros antepasados más recientes que han crecido en torno a una importante cultura hidráulica que han sentido como parte de sus vidas en continua evolución, pasando por el Rey Fernando IV, que en carta de donación del señorío de Marchena a Fernán Pérez Ponce de León en 1309, dice, según recoge José Salvago Aguilar en 1957 en su obra ‘La Casa Ducal de Arcos en la Historia de Marchena’:


“Sepan cuantos esta carta vieren, como yo Don Alfonso por la gracia de Dios Rey de Castilla…vi una carta del Rey Don Fernando, mio Padre…fecha en esta guisa: Don Fernando…tengo por bien de vos a dar Marchena, con su pueblo…e devosla con todo su término, assi como parte con las otras villas, y castillos de su pertenencia, con exidos y con aldeas, y con entradas y con salidas, y con aguas, y con pastos y con montes, y con fuentes y con ríos, y con todos los derechos que yo he…”