Frasquito Yerbabuena, Cartel Concurso de Cante Jondo de Granada, Alberto Álvarez de Cienfuegos.
EDUARDO TERNERO. Frasquito Yerbabuena o “Yerbagüena”, se llamaba en realidad Francisco Gálvez Gómez. Nació en Granada en 1883 y ese apodo le vino de un fandango de Lucena que aprendió de pequeño, en el que nombraba dicha planta y que repetía continuamente. Frasquito trabajaba como empleado del Ayuntamiento de Granada, su misión era veedor de la entrada del pescado “Alcalde de la Romanilla del Pescado del mercado de Granada” y a la par lo combinaba como representante de vinos de Jerez de la Frontera, de la bodega “La Riva”. Su tarea no le llevaría mucho tiempo pues acababa pronto su cometido y de allí partía cada día a encontrarse con sus amigos y meterse en juerga (copas y cantes).
Frasquito siempre cantaría acompañado por las guitarras del Tuerto de Graná o por Miguel López González, al que Frasquito apodó el “Santo” porque jamás diría una palabra mal de alguien. Frasquito era un hombre lleno de jovialidad y que mantenía una gran cantidad de amigos que le adoraban. Era un líder, carismático, de enorme personalidad, amigo íntimo de toreros como Chicuelo, o del político Natalio Rivas. Dicen que Frasquito tuvo gran notoriedad en su ciudad y mucho tirón entre las mujeres. El escritor González Anaya, por su celebridad y popularidad, crearía un personaje como él en su libro “La oración de la tarde” y la escritora inglesa Margaret Scakwill le tomaría como ejemplo de hombre prototipo del costumbrismo andaluz. Era tan grande el poder de seducción y adoración que le dispensaron sus amigos que, Juanillo el “Gitano”, un cantaor del Sacromonte, a partir de su muerte –cada vez que alguien lo nombraba – como llevaba una foto de Frasquito en el bolsillo, la sacaba y la besaba.
Dicen algunos entendidos que la ‘granaína’ debería llamarse, en justicia “Granaína de Frasquito”, porque en realidad fue él quien la creó y la engrandeció. Sin embargo, el mundo erudito del flamenco le sigue atribuyendo su definitiva construcción a Don Antonio Chacón. Cuentan los que compartieron con él momentos de cante y juerga que, un día de esos en los que se alarga la velada, estaba Frasquito en compañía de unos amigos, tomando unos vinos, cuando se produjo el incendio del camarín de la Virgen de las Angustias. En cuanto se dio a conocer la noticia, “Yerbabuena”, acudió con sus amigos al lugar del fuego e improvisaría una letra que ha pasado a ser un canto mítico del cancionero popular: “Virgen de las Angustias, vente a mi casa a vivir…”
Quienes le escucharon, es decir, sus coetáneos – porque no quiso grabar –, afirman que cantaba por todos los palos, sobre todo era un maestro en las granaínas, tientos y en los cantes de Juan Breva. Con las raíces de los cantes abandolaos creó un fandango muy personal con una gran voz y de mucho poder que lleva su nombre y que muchos cantaores han grabado, desde su íntimo amigo Cobitos, gran cantaor como él pero con mucha menos voz, hasta el Cojo de Málaga, Enrique Morente, Carmen Linares… Este fandango es muy común que sea el preferido, como remate de muchas malagueñas, por muchos cantaores.
Antonio Mairena, le admiraba, le había conocido cuando se juntó con una gitana del Sacromonte, dueña de una cueva donde se cantaba cada noche. Decía de él que era un hombre afable y cariñoso, un ser bondadoso y con gran afecto, sobre todo con los gitanos granadinos, que le adoraban. Mairena, que estudió los cantes de Frasquito, diría: “Frasquito engrandeció un verdial al que imprimió un matiz propio convirtiéndolo en lo que hoy conocemos por un fandango muy popular y reconocido por todos”.
Cierto es, como muchos comentaran, que no le gustaba salir de su tierra, que solamente se desplazaba para representar sus vinos por Andalucía, sobre todo a Sevilla. Una vez allí se reunía en la Alameda de Hércules con los mejores flamencos de la época como Vallejo, sobre todo en un café llamado “La Sacristía”. Antonio Mairena le conoció allí, uno de esos días que Frasquito llegaba a Sevilla para representar sus vinos y que le llevaba a meterse en fiestas, siempre acompañado de sus amigos gitanos de cuyo arte siempre estuvo enamorado.
De Frasquito se suelen contar muchas anécdotas. Una de las más comentadas fue por el hecho de no querer grabar: Pero, por fin, unos amigos le convencieron y fue a grabar a Barcelona a los dos días volvió diciendo: “Sí, cuando llegué a Barcelona visité el estudio. Cuando todo estaba preparado para grabar, apareció el director, un inglés con cara de mala sombra. ¿Iba yo a cantarle a aquel tío? ¡Ni hablar! Di media vuelta y me volví a Graná”. Frasquito, dado su personalidad, su simpatía y lo popular que era, sería a la par una especie de mecenas-representante de muchos artistas flamencos que compartieron su tiempo histórico.
No sería Frasquito tampoco un hombre que se prodigara en cantar en público. Quienes han realizado su biografía afirman que solo cantaría en dos ocasiones: una en el Centro Artístico de Granada para recaudar fondos para la segunda guerra de Marruecos o del Rif (1920-1926) y otra (en 1922) en el Concurso de Cante de Jondo que se celebraría en Granada (en la Plaza de los Aljibes), que impulsaran Manuel de Falla, García Lorca y el pintor Ignacio Zuloaga…, entre otros. Como sabrán, aquel concurso lo ganarían “El Tenazas de Morón” y un niño llamado Manolito Ortega, a la postre Manolo “Caracol”. Frasquito también se llevó un pellizco, ganaría uno de los segundos premios que conllevaba recibir 500 pesetas de la época. En esta ocasión estuvo acompañado por la prestigiosa sonanta de la época: Don Ramón Montoya. Según la crónica aparecida en El Defensor de Granada: “…Yerbabuena, cantó bien y con estilo. Sin embargo, cuando puso la plaza bocabajo, fue cuando tentó las soleares”. Escribiría el cronista, “Las soleares son el fuerte del amigo Yerbabuena”. Comenta que la gente de Granada apostillaba con sorna: “¡¡Las soleares y las sopas de puchero!!”, porque siempre estaba liado de juerga con los amigos, visitando bares y en todas las tertulias era conocido.
Su leyenda y su afirmación como cantaor se forjarían en las fiestas privadas, rodeado de amigos y de los aficionados que acudían con frecuencia para poder escucharle. Fiestas que solían durar hasta varios días, según las crónicas de la hemeroteca.
La calidad de los cantes de Frasquito nos lleva a considerar que debe ocupar un lugar de privilegio en la historia del flamenco granadino. Murió de un infarto, inesperadamente, en diciembre en 1944 mientras paseaba por una de las calles de su barrio, el Albaicín granadino. Su íntimo amigo, el escritor Alberto Álvarez de Cienfuegos le dedicaría una copla a su muerte como habían previamente pactado entre ellos. El hecho es que habían apalabrado que, el primero que muriese debería dedicarle unos versos al otro. Sus propios hijos (uno de los cuales sería famoso guitarrista, que le acompañaría en muchas ocasiones) se hicieron cargo del cadáver y, a la vez, movieron influencias para que fuera inhumado sin autopsia. Su misterioso final estuvo en consonancia con su carrera como cantaor. El pianista y compositor José Romero, inspirado en el cante de Frasquito compuso una pieza titulada “Llorando por Frasquito Yerbabuena”.