El domingo es el día de los quioscos de revistas y periódicos de toda la vida. Echamos de menos al otrora ubicado en nuestra Plaza del Ayuntamiento, pero, ¡ojo!, su presencia no es visible, aunque sí latente, más aún con 'La maldición de la Manolita', segundo capítulo de los relatos de ficción creados por Daniel Loro, y que dejan constancia de extraños sucesos que se siguen produciendo a raíz de esta maldición por los subsuelos de Marchena: el proscrito fugado, personajes republicanos que aparecen como novedad en el relato, dos perras que logran la mayor, el consenso en el Pleno, y un kafkiano debate sobre las ratas, con todos ustedes...
La compuerta de acero se cerró tras ellos con un gran estruendo quedando ambos totalmente a oscuras en lo que al fugado le pareció el principio de una escalinata.
- Baja con cuidado, le dijo el "espectro" que lo había rescatado.
-¿Eres el fantasma de la Manolita? ¿Y si lo eres...Por qué tienes voz de hombre?, preguntó un tanto atemorizado el hombre más buscado de la villa entoldada; y ya no solo porque pudiera estar dirigiéndose a un ser del inframundo que hubiera venido a robarle el alma, sino también por las consecuencias legales que pudiera tener poner en duda el género de la aparición.
- Ja, ja, ja. Se carcajeó el fantasma rescatador. ¿También tú crees en esas bobadas? Te suponía más listo. Ja, ja, ja, prosiguió riendo todavía envuelto en su disfraz de fantasma, cuando una luz de una antorcha se encendió a los pies de la escalera y alguien les habló:
- ¡¡Paco!! He escuchado a una de las perras de la dueña gritando de dolor, ¿no le habrás hecho daño?, dijo quien desde al final de la escalinata les iluminaba -Porque bastantes problemas tenemos como para ahora enfrentarnos a un nuevo cargo por maltrato animal, terminó diciendo el portador de la luz.
- Ha sido en defensa propia, repuso Paco un tanto malhumorado mientras se quitaba la sabana que llevaba para asustar a los que se acercaban a Santa Eulalia.
El fugado tenía las pulsaciones a mil y aunque la voz del rescatador le era muy familiar se mantenía alerta escudriñando una posible fuga.
- Bienvenido a las entrañas de Santa Eulalia, el corazón de nuestra Villa, dijo el hombre ya sin disfraz alguno que lo cubriera mostrando al perseguido quien era en realidad.
- ¿El corazón de la villa entoldada?, inquirió con sorpresa el nuevo habitante del subsuelo que estaba empapado y tiritando de frío a la vez que sorprendido al descubrir que su rescatador era un famoso republicano marchenero que curiosamente se apellidaba Rey.
- Ahora lo entenderás, repuso Paco, el Rey republicano, mientras daba una orden al de la antorcha
-Segovia, dale a nuestro nuevo amigo una toalla para que se seque y entrégale también ropa seca y zapatos.
El cocinero rojo, pues así se apodaba el otro, se dirigió hacia un baúl de donde saco una serie de prendas que entregó al proscrito una vez este término de bajar la sinuosa escalinata. El perseguido seguía tiritando de frío por lo que Segovia le acercó la antorcha para intentar calentarlo.
- Anda cámbiate o te va a dar un patatús, aconsejó el portador de la lumbre al hombre más buscado del lugar que comenzó a quitarse la húmeda ropa sorprendiéndose del calor que desprendía la antorcha.
- ¡¡Ostia!! Esta antorcha calienta un montón, exclamó.
- Es tela de toldo de la calle San Pedro y tiene una potencia calorífica increíble. Los que vivimos aquí abajo de vez en cuando hacemos incursiones por el pueblo y lo que más nos gusta es robar toldos; porque las pintadas, la basura fuera de los contenedores y estropearle la calle San Pedro es lo que más cabrea a la dueña, expresó orgulloso el cocinero rojo.
Ataviado ya con ropa seca, pero descalzo a falta de calzarse las botas que le habían preparado, el proscrito sintió un leve cosquilleo por los dedos de los pies que provocó que diera un chillido con el que perdió cualquier atisbo de masculinidad.
Extrañado por la vocecita del fugado, el Rey republicano arrebató de un manotazo la candela a su revolucionario colega e iluminó el suelo descubriendo que sus pies estaban rodeados de ratas que olisqueaban y propinaban delicados mordiscos en los dedos del proscrito que comenzó a proferir una retahíla de bramidos histéricos acompañados de graciosos saltitos
-¡¡Mátalas, mátalas...!! chillaba el pobre diablo.
El cocinero rojo y el Rey republicano se miraron con una mirada cómplice a la vez que arrimaban un nuevo trozo de toldo al fuego que los iluminaba para hacerlo arder con mucho más brío y así conseguir espantar a las ratas.
- ¡¡Paco, coño!! ¡Que las vas a quemar! Verás cómo se nos cae el pelo. Antes, el portazo a la perra y ahora quemando roedores. A veces parece que sigues viviendo en el siglo XX, y no te entiendo pues sabes bien que las ratas como los perros también son hijos de Dios y como tales tenemos que tratarlos, dijo vehementemente el Segovia.
- Cuánto daño han hecho nuestros camaradas morados a la causa de la izquierda, comenzó a hablar el Rey republicano. ¿Por qué tienes tanto miedo a leyes absurdas? Además, si seguimos tu lógica nuestra archienemiga también es hija de Dios por lo que no deberíamos estar constantemente planeando como fastidiarla.
- Bueno..., Paco. Ella es humana y joderle la vida a una persona... pues ya sabes...no es lo mismo, pues depende de cómo se porte, pero...¿hacer daño a una rata? Eso es violencia gratuita y te aseguro que si ella fuera un bicho yo sería el primero en defenderla de gente como nosotros.
El proscrito había conseguido calzarse las botas y atónito escuchaba el filosófico debate de los dos revolucionarios qué cuando quisieron darse cuenta ya llevaban muchos metros recorridos entre túneles iluminados tan solo por la luz de la antorcha que alimentaban a cada rato con un trozo de toldo.
-¡Camaradas, camaradas! Empieza el pleno. Se escuchó a lo lejos.
- El furgón de los dineros lo tiene trucado porque es imposible que la dueña haya llegado tan pronto al Ayuntamiento, dijo el Rey republicano.
-Seguro, respondió el cocinero rojo mientras el fugado asentía con la cabeza.
Los tres hombres corrieron a través de los túneles hasta llegar a un espacio bastante bien iluminado donde desde una puerta una mujer los esperaba.
- Entrad rápido. Ya ha empezado.
Entraron en un gran salón diáfano repleto de gente qué guardaba silencio atendiendo a una gran pantalla donde estaban recibiendo la señal de Telemar que emitía la reunión de "los representantes" de la soberanía popular.
- Se abre la sesión, se escuchó decir a la Dueña por televisión.
En la mesa plenaria estaba la que todo lo podía, el hombre de la capucha y un señor enjuto tomando notas, además de 16 concejales uniformados con un traje parecido al de los lagartos de V que mantenían la cabeza gacha como si estuvieran revisando algún documento; y por último, las dos perras que flanqueaban a izquierda y derecha a la gobernante del lugar.
-Único punto del día: Caza y captura del fugado que se nos acaba de escapar en Santa Eulalia. ¿Alguien tiene alguna idea que aportar? Inquirió la Dueña.
Todos los ocupantes del Salón de plenos se mantenían callados y sin levantar la vista mientras la regente del paraje escrutaba con la mirada el plenario hasta que de pronto "Alcaldesa", la perra que se había llevado el portazo, ladró:
-Guau, guagua, guau. ... Guau guau.
-¡¡¿¿Qué has dicho??!!, preguntó muy emocionada La Más Grande.
- Guau, guagua, guau... Guau guau, volvió a ladrar Alcaldesa.
-¡Ole mi niña!. ¡Qué bien pensado!. Eso es lo que vamos a hacer. ¡Cómo no se me había ocurrido antes! ¿Alguna idea más?, exclamó la dueña entusiasmada.
-Guau, guau… Dijo "Esta", la otra perra.
- ¡¡Ole y Ole!! ¡Qué gran idea! Cómo no os voy a querer si vuestro plan es genial. Lo haremos y lo haremos ya. Para que luego digan las malas lenguas que yo no me dejo aconsejar.
-Señora. Recuerde la democracia. Hay que votarlo. Dijo a regañadientes el señor enjuto.
- Si, sí.. Claro. Ya está votado. Habéis oído bien a "Esta" y "Alcaldesa", pues no se hable más. Se levanta la sesión, zanjó la más grande.
Los murmullos y comentarios de los televidentes del subsuelo que acababan de presenciar el pleno por la gran pantalla de televisión, de pronto fueron sustituidos por un inquietante silencio una vez que todos los allí reunidos se giraron para mirar al proscrito provocando en este una desazón y angustia indescriptible.
- ¿Qué pasa? ¿Cuál es el plan? Pregunto ansioso el fugado intimidado por la miradas de las que era objeto.
Entonces, el Rey republicano lo agarro por los hombros y se dirigió a él diciéndole:
-No tenemos ni idea, pero estás jodido.