He pasado el ochenta por ciento de mi vida teniendo miedo a que me ocurran ciertas cosas. Mi imaginario era amplio, y tan continuado eran estos temores que, por pura causalidad, que no casualidad, algunos se han cumplido e incluso, paradójicamente, de otros he sido yo protagonista, siendo yo el causante del daño que siempre tuve miedo a padecer. La mente, como filtro de la realidad que es, en su inmenso poder, nos ha convencido de que hay una verdad absoluta en los sucesos que acontecen a diario, cuando en realidad solo contemplamos materia inerte, sin voz ni voto que solo cobra sentido en nuestras limitadas psiques conformando una obra teatral donde lo bueno y lo malo, el villano y el héroe, o lo bello y lo feo son solo valoraciones cuasi informáticas de nuestro sobrevalorado cerebro, que en su vasta naturaleza se ve obligado a tomar decisiones sobre hechos que de por sí solos no significan absolutamente nada, ya que realidad solo hay una, y esa es inconcebible para seres como nosotros.
Este filtro llamado mente, juega con un as bajo la manga que lo hace aparentar ser más poderoso aun, el tiempo. A mi parecer es la magia perfecta, el truco final, la ilusión en su máximo apogeo, ya que es capaz de magnificar los malos momentos, haciéndolos aparentar como eternos y nos hunde en un pozo de desesperación el cual no conoce ni principio ni fin, oscureciendo todo atisbo de genuina realidad y transformando en absoluto lo que simplemente no es más que un insignificante grano en este cúmulo de sucesos al que llamamos vida.
Estos pensamientos podrían llevarnos a caer en el terrible error de que habitamos en un sinsentido en el cual todo vale, pues si nada de por sí solo posee valor, tendríamos, en nombre de esta falsa llamada libertad la potestad para hacer cuanto nos plazca. Y trágicamente la humanidad ha caído en este espantoso error siendo los resultados de nuestras acciones palpables a cada molécula de oxígeno que respiramos. Nos hemos convertido en seres egoístas que manipulamos esta falsa realidad a nuestro antojo, causando dolor por doquier por fines tan espurios como el deseo, la lujuria y el placer los cuales solo funcionan como drogas tan peligrosas como lo pueden ser el alcohol y la cocaína, para en esta estúpida creencia de ser seres omnipotentes, invitar a bailar a esta ilusión llamada tiempo y convertirla en nuestra compañera de baile con tal de mantener alejada la tan temida oscuridad.
Pues nada más lejos. Este aparente sinsentido solo es la capa externa de la verdadera y genuina realidad, y solo a través de despojarnos de esta codicia, lujuria y deseo se podría atisbar el reflejo de la verdad absoluta, la cual sin filtro alguno haría acto de presencia, disipándose en ella cualquier miedo a la oscuridad, porque esta, por si misma no es nada, sino que solo representa la ausencia de luz.
Llevaba tiempo sin publicar nada, y volver a hacerlo en estas circunstancias y en los momentos en los que el pueblo se encuentra podría aparentar una apología de filosofía barata en momentos de pesar y dolor. Nada más lejos, lo que escribo brota de mi interior y lo hago paradójicamente con la duda y el temor de que tales pensamientos sean solo otra ilusión creada por mi mente, un simple atisbo de esperanza en esta tragicomedia llamada vida.
La única opción que nos queda es seguir indagando y seguir resquebrajando ese gran muro que flanquea la realidad, con la esperanza y la fe, de lo que se encuentre allí dentro nos libere de este yugo y llene de dicha todas nuestras almas.