Claudio Jiménez Castillo ha pronunciado este mediodía el Pregón Oficial de la Semana Santa 2011 en la Iglesia de San Juan. La devoción por el Dulce Nombre que le ha guiado en su camino espiritual y vital desde la niñez, la magia de la Semana Santa vivida en la infancia, el recorrido por túneles del tiempo y de la memoria a través de las miradas y silencios de las distintas manifestaciones e imágenes religiosas, añoranzas y nostalgias y un guiño muy especial a quienes viven su fe en el ocaso de la muerte o desde los hospitales con la muerte cercana, han sido ejes del Pregón del periodista marchenero.
Presentado por su amiga Ana Fernández, quien ha destacado de él ser una persona alejada de hacer daño, comprensiva, con capacidad de escuchar, de ponerse en el lugar del otro, siempre sin juzgar, entre otras cuestiones, se ha procedido al Pregón de Semana Santa en la Iglesia de San Juan engalanada con el altar del Grupo Joven Sacramental de la Parroquia Matriz de San Juan Bautista y el altar principal presidido por el Santo Entierro de Cristo, Nuestra Señora y Madre de la Soledad y el Triunfo de la Santa Cruz, y con la presencia de hermanos mayores, miembros del Consejo de Hermandades, alcalde de Marchena y concejales de la corporación municipal, tanto del equipo de Gobierno como del Grupo Socialista.
Tras la interpretación por parte de la banda municipal de Jesús de las Penas y Amargura, ha comenzado el pregón por un Claudio Jiménez deseoso y necesitado de respirar Marchena y un reencuentro consigo mismo tras estos meses que se le han hecho rebuscarse hacia sus adentros.
Desde su encuentro con el Dulce Nombre de media sonrisa y cachetes sonrojados que le contagió de su risa desde su infancia, ha iniciado Jiménez Castillo el Pregón, yendo pronto a retratar la añoranza de los seres queridos que nos produce Nuestro Padre Jesús Nazareno con ese escalofrío en el alba que pinta de morado el cuelo de Marchena.
Infancia también de Domingo de Ramos, de primeros pasos de pandillas de adolescentes y de niños que estrenan rebecas blancas en el bullicio desordenado y encantador del primer día de Nuestra Semana Santa, infancia que en lo personal le retrotrajo a las saetas escondidas de su madre ante la pila del lavadero y al brillo del sol en capirote rojo y túnica amarilla en el que situó su primer recuerdo de todo.
Ha hablado de la muerte en la escalinata de Santo Domingo y de lo que cuesta mantener la mirada ante la imponente figura del Cristo de San Pedro o la metáfora de la muerte en el cernícalo del paso del Santo Entierro.
Ha alternado Claudio Jiménez Castillo la muerte del Cristo de Santo Domingo y del de Santa María con la musicalidad de revirás a paso de palillos y Chicotás acompasadas de la Virgen de la Piedad, y con la intuición y presagio de la posterior Pasión que tanto la Paciencia de ese Macaco sentado en un peñasco como el Dolor de la Virgen de Santa Clara infunden al marchenero.
Túneles del tiempo para navegar hacia el señero Cristo de la Veracruz y su marinera y morena Esperanza Coronada, para narrar la magia de las moleeras a través de los siglos y de las saetas de voz rajada y timbre claro propia del saetero marchenero, también para reivindicar las tradiciones, vía crucis, actos religiosos íntimos, al Cristo de los Peligros, a los patrones de Marchena más allá de las propias imágenes que alumbran Marchena durante una semana.
No ha podido pasar sin olvidar cierto Viernes Santo de “hielo y desazón” por la pérdida de su hermano querido hace varios años prematuramente e inesperadamente, y así ha recordado las estampas fotográficas del estudio de su padre en caminos que le han llevado a acordarse de un evento especial que aún siendo joven Claudio Jiménez tuvo lugar en Marchena, la venida de emigrantes que nunca han olvidado Marchena y que en muchos casos han vivido con una estampa de sus imágenes queridas allá donde el exilio les llevó después de una guerra de décadas de secuelas.
Claudio Jiménez Castillo ha retratado la fe presente en la cercanía a la muerte de la mano de personas que se agarran a las imágenes de los santos marcheneros o bien que en ellas se ven su reflejo y sus valores, a personas que ni en su casa ni en los hospitales se han desligado de su fe hasta el último segundo.
Por último, ha deslizado una serie de anécdotas entrañables intercaladas durante todo el Pregón, además de las referidas cuando un Miércoles Santo en el que su madre estaba haciendo magdalenas en un horno de una famosa panadería, se les fue la tarde y cogió un berrinche de niño calle Méndez abajo porque la Humildad ya se encerraba y no había casi tiempo a verla, por no contar cuando saltaban entre risas los niños, él entre ellos, que hacían de contrapeso en ensayos de la Virgen de la Piedad.
También sus primera Semana Santa de la mano de su esposa María José y las actuales que no tendrían sentido sin la presencia de Miguel y Ángela, sus hijos, han sido reflejadas por Claudio Jiménez Castillo, que ha dicho querer atrapar instantes fugaces de eternidad en Marchena y en su Semana Santa, y de ellos ha llenado su Pregón sin duda alguna.
Ha acabado con alegato para ser tolerante con quienes no profesen la fe católica, aunque ha defendido que ni trasnochada ni antigua queda la Semana Santa ni la religiosidad y así debe transmitirse, a la vez que ha animado a las hermandades a ser entes vivos que se renueven. Para concluir, ha citado a Machado, y anhelante de primavera, y, como al principio dijo, anhelante de respirar a Marchena y su Semana Santa ha cantado para que un año más se dibujen en ella “Estos días azules, este sol de la infancia….”
*AMPLIAREMOS ESTA INFORMACIÓN una vez que contemos con el pregón íntegro.