CORTITA Y AL PIE. El pasado 19 de Junio, un servidor no fue a votar. Probablemente los motivos fuesen una mezcla de factores meteorológicos propios del estivo y la desidia que provoca cualquier domingo. Pero mi mente tenía que excusarse rápidamente, así que busque dos motivos para dicha decisión. Advierto que sería de recibo guardar vuestra condescendencia para otro momento, vuestra mente también funciona así, el 99 por ciento de las decisiones que tomáis son inconscientes y es a posteriori cuando la consciencia hace acto de presencia para justificar dichos actos. Pero dejémonos de disertaciones filosóficas y procedamos a excusarnos. (Imagen:Diario de Cádiz).
En primer lugar, el voto democrático no existe como tal. No hay una relación de causalidad entre la voluntad de un individuo al votar y la práctica política, es decir, no es un acto procedimental en el cual se elige la hoja de ruta a tomar en la resolución de una problemática concreta. El eslogan por excelencia, ese que reza “tú eliges” es pura falacia. Votar consiste en entregar un aval de confianza a un grupo determinado de personas que a través de un infumable programa electoral, realizan una serie de promesas que están supeditadas a posteriores pactos con otras formaciones y a tratos de favor con las distintas corporaciones que financian sus campañas electorales. Vivimos en una plutocracia donde las decisiones las toma un minúsculo porcentaje de la población. Esto no es la Atenas de Pericles.
En segundo lugar, me siento huérfano políticamente. Soy, lo que en el argot posmoderno se denomina un neorrancio. Mis objetivos vitales son mantener un techo y una estabilidad laboral que mantenga a mi familia en unas condiciones dignas para vivir. Me importa un comino los estudios del cambio climático con perspectiva de género, me la trae al pairo la matria andaluza y no me interesa lo mas mínimo los derechos del loro que te regaló tu primo en navidad para que haya que legislar a favor de familias interespecie. Echo de menos los discursos de conciencia de clase, esos que hablan de recuperar los 41 días por año en caso de despido, esos que hablan de nacionalizar industrias estratégicas y reabrir minas.
No obstante, observando los resultados, compruebo que mi inconsciente actuó de acuerdo con un gran porcentaje de la población. Pero, ¡oh sorpresa!, ante esta situación la supuesta izquierda que concurría a estas elecciones no ha realizado un ejercicio de autocritica, sino que ha culpado al electorado de sus propios resultados. Como si de la Santa Inquisición se tratase, esos mismos que han conseguido lo que se merecían a fuerza de enviar tanquetas para apaciguar protestas, nos enviaron al último eslabón del infierno de Dante, “pagareis durante cuatro año por lo que habéis hecho”.
Pues os digo amigos míos, que mirando en perspectiva, me siento orgulloso de la particular forma en la que mas del 40 por ciento de los electores festejamos el éxtasis de la democracia; así que abstenidos, abstenidas, abstenides, abstenidxs, y demás seres oprimidos, celebremos nuestra victoria con un brindis al sol porque hemos ganado estas elecciones.