CORTITA Y AL PIE. El término felicidad siempre me causó un cierto desasosiego. Vocablo ambiguo donde los haya, nunca supe darle un significado que me llenara. No obstante, la definición actual que percibo de ella, se ha convertido en un némesis a la hora de dilucidar un significado que calme dicha búsqueda. La felicidad ha degenerado en un imperativo ético-moral como modelo de conducta, solo hay que observar las redes sociales, imágenes llenas de sonrisas forzadas que no concuerdan con las escandalosas tasas de suicidios, adicciones y consumo de psicofármacos. Es la más excelsa forma de esclavitud, la obligación de ser de una determinada manera. (Imagen: As).
Una industria en forma de charlas infames denominadas coaching emocional o personal y de atentados literarios en formas de libros de autoayuda han provocado una exigencia en pos de la búsqueda de este fin supremo que lo único que suscita es la formación de expectativas ilusorias destinadas a colisionar con la realidad. La felicidad es, en esta era que nos alumbra, sinónimo del éxito. Lo lúgubre y lo triste han sido condenados al averno del fracaso.
Uno de los derivados de esta moderna concepción de la felicidad es la autorrealización. He de reconocer que no hay nada que me resulte mas pavoroso que alguien autorealizándose. Es un acto de onanismo que eleva a la máxima potencia la propia mediocridad del individuo. Personalmente este sucedáneo de optimismo vacuo en busca de la “mejor” versión de uno mismo me parece la suprema concepción de la estupidez y el egoísmo humano ya que necesita de una construcción social que dirima entre lo bueno y lo malo, lo positivo y lo negativo, el éxito y el fracaso. Se sustenta en artificiales construcciones sociales, tales como el éxito social o laboral, todas ellas frágiles como castillos de naipes.
Hay otra vertiente de la felicidad que me abruma, la místico- espiritual. Estos seres hablan, todo ello mientras levitan, de conexión con uno mismo, de la búsqueda del “yo” interior, (háblale a un niño obligado a trabajar en el tercer mundo que conecte con el mismo) el individualismo elevado a su máxima potencia. Entre dicha fauna podemos observar también especímenes, todos incontinentes verbales, con bienes materiales innecesarios en su lugar de origen pero que predican que en algunos países de África o en determinados rincones de Asia son más felices con menos. Supongo que con eso se refieren a que la felicidad de una mujer en la India está sujeta a no ser violada, desde ese punto de vista sí es verdad que necesitan poco.
Recomendaría más que por este sucedáneo de felicidad se optara por alguna forma de responsabilidad social, algo que no fuera mera masturbación. Negarte a no contratar una injusta y abusiva hipoteca, no comprar productos de industrias que maltraten económicamente a sus empleados, cualquier mero acto cotidiano tendría mas impacto sobre ti y la sociedad que creerte al cantamañanas de turno diciéndote que eres un ser de luz con el divino propósito de ser feliz.
Por último me gustaría recomendaros un ejercicio. Cuando cumpláis con vuestras tareas escatológicas en el inodoro, mirar dentro y tomad conciencia de que seres con tal elevado propósito no olerían así. De camino ser conscientes de que el mundo es un sitio triste y oscuro por lo general, así que abrazar los buenos momentos que de manera espontánea aparecen como si de la gracia de Dios se tratase y abrirse una cerveza, pero por favor dejar de esforzarse por tal estúpido objetivo.