La Antigua, Real, Ilustre y Fervorosa Hermandad del Santo Entierro de Cristo, Nuestra Señora y Madre de la Soledad y el Triunfo de la Santa Cruz dejó huella de sus cuatro siglos y medio de trayecto, realizando una estación de penitencia que en el marco del Palacio Ducal y la iglesia de Santa María es inmensa de esplendor, inalterable al paso del tiempo, única en su estética por el transcurso de la procesión en sí misma y de un entorno pleno de solera que la envuelve en una atmósfera, por más que conocida, siempre indescriptible.
El Sábado Santo se inicia en Marchena en 1957, pues hasta entonces esta hermandad tuvo a bien salir en la noche del Viernes. El medio siglo de permanencia en este día de la Semana Santa es un regalo que nos hace disfrutar con la calma que da el extenso recorrido y la visión imponente del conjunto histórico y patrimonial de Marchena, de una noche pletórica, digna de enmarcar por las singularidades de una procesión irresistible a los sentidos, atractiva para la estética, honda en toda su simbología religiosa.
Pequeñas cruces renuevan la fidelidad cernicalera en el tramo de 'La Escalerilla'. El paso del Triunfo de la Santa Cruz es el primero en aparecer en escena en la soleada y más calurosa tarde que de costumbre por estos lares que son principio y fin de la procesión y ocaso ya en la madrugada de nuestra Semana Santa.
En la génesis de la procesión, el alegórico paso que representa el triunfo de la Vida sobre la Muerte para el cristianismo, simbolizado en la cruz arbórea que se alza en un monte donde la calavera que hace las veces del pecado y la muerte ‘traída al mundo por Adán’ (que se cree enterrado en el mismo Gólgota), forma otra de las singularidades del paso que porta el sudario de Cristo como símbolo de su presencia (o ausencia), mientras que las Escaleras por donde se descendió a su cuerpo tocan suelo y tocan cruz en las misteriosas vías que van y vienen de lo humano a lo divino en el imaginario cristiano de fe en la Resurrección.
Ramón Carmona y Juan Luis Labrador son los capataces de este paso inagotable cantera de costaleros que al bajar para el Arco del Tiro se esfuerzan en el cálculo del espacio y el arreón final de casta que ofrecen como auténticos veteranos del costal.
La banda de Nuestra Señora de la Merced, del Viso del Alcor, le ha interpretado, entre otros, ‘El desprecio de Herodes’ en la salida, y acompaña al Triunfo de la Santa Cruz, que además de ser el único paso no copado por Virgen, Cristo o Santo en sí, tiene como peculiaridad haberse anexionado como hermandad en sí al Santo Entierro y la Soledad en 1828, por lo que no siempre en los 450 años de Historia hubo tres pasos.
Tampoco en Marchena existió como día de procesión el Sábado Santo, o al menos la hermandad de la Soledad no encumbró este día hasta 1957, lo que permite disfrutar plenamente de ella ante la ausencia de cualquier otra procesión coincidente y tomar conciencia del privilegiado marco en el que se desarrolla, especialmente en su inicio y en su fin.
El Santo Entierro de Cristo, obra de Jerónimo Hernández que data de 1575, se observa en magnificiente paso dorado exornado de lirios morados, contorsionado por ser probablemente concebido para Descendimiento, yace en su urna de cristal, siendo visible esa negrura de pies precisamente captada por su capataz, el fotógrafo Antonio José Calle Pliego, como uno de los símbolos del cartel del 450 Aniversario. Le acompaña Daniel Aguilar.
La comitiva, siempre diferente al resto, es fundamentalmente apreciada por figuras bíblicas como las Tres Marías, mujeres que acompañaron a Jesús en la crucifixión, la Verónica, mujer que enjugó el rostro de Jesús quedando ‘marcado’ en el paño o figuras alegóricas como la Fe ciega, representada con el blanco que remarca la pureza, la venda que no impide que se tenga y que siempre es portada durante horas con gran fuerza de voluntad por una niña, así como cáliz y pequeña cruz.
Las mujeres de mantilla representan un luto ya más amoldado a nuestra tierra y nunca faltan en este cortejo en el que todas las hermandades de Marchena cuentan con representación tanto en insignias como las de penitencia, aportando nazarenos. Se mantiene igualmente dar la presidencia a integrante de la Junta de Gobierno del Cristo de San Pedro como agradecimiento a que las sagradas imágenes allí se albergaran durante la restauración de la techumbre de Santa María hace unos años.
El párroco de San Juan, José Tomás Montes, el emérito Juan Ramón Gallardo, autoridades militares entre ellas el comandante marchenero José Fernández Jandra y el alférez Pedro Llorens, de la Guardia Civil o el Jefe de la Policía Local, Juan Antonio García Corriente, forman parte del cortejo, así como las autoridades civiles, en esta ocasión con presencia de 13 de los 17 concejales (Grupos Socialista, Popular y Andalucista, ausente Ganemos e IU), encabezadas por la alcaldesa de Marchena, María del Mar Romero. Por primera vez, como presidente del Consejo General de Hermandades de Marchena, José Antonio López Romero formó parte de la comitiva, que en las propias reglas de la hermandad viene marcada por el llamamiento a la asistencia de todas las autoridades de la Villa.
La sobriedad de la marcha ‘Cristo del Amor’, con la que la banda de Nuestra Señora del Rosario de Linares ha comenzado un año más su interpretación musical tras los pasos de Cristo muerto, pone el inicio al recorrido del Santo Entierro, majestuoso y solemne en este marco único, fielmente acompañado por la Guardia Romana del Santo Sepulcro y sus plumas negras de luto, como el luto que marca una llamada en el Tiro para la memoria del padre de uno de los costaleros, Carly.
Allí seguimos retrotraídos al propio devenir del tiempo y del espacio cuando sale de su templo Nuestra Señora y Madre de la Soledad, vestida con su saya negra habitual de salida, quedando constancia como ya en la Magna de la renovada indumentaria de su cuerpo de acólitos que antecede a esta dolorosa de Gaspar del Águila, concluida en 1574, una de las más antiguas de Andalucía.
Para los seguidores del costal, tanto la sustitución reciente de trabajaderas en el Santo Entierro como la nueva candelería que aligera el peso del paso de la Virgen, son trabajos que se han llevado a cabo durante el pasado año.
Casi a pleno día, aunque ya iniciándose los inconfundibles trazos del atardecer, únicos en la cota más alta de Marchena, centró las miradas Nuestra Señora y Madre de la Soledad, sumergida en el túnel del tiempo, en su Arco del Tiro. La Banda de Nuestra Señora de las Nieves de Olivares. María Santísima del Dulce Nombre, Amanecer Gitano, Soledad Franciscana…fueron algunas de las primeras marchas acompañadas de dulces mecidas costaleras.
La llevaron Antonio Juan Ramos y Juan Manuel Carmona, sentimiento en estado puro en ellos, fervor y devoción por su Virgen y corazón del bueno en la esquina con Palacio Ducal al dedicar una levantá a los niños enfermos. Lágrimas en algunas madres y en las plañideras que con rigor acompañan siempre a la Soledad.
No se registró una buena asistencia de público a la salida, sobre todo en la semivacía explanada, si bien a lo largo de la noche la hermandad nunca fue sola y volvió nutrida de fieles y espectadores a las tradicionales moleeras.
Ya frente a la Casa Fábrica rompió el hielo una desgarradora saeta maravillosamente cantada desde las alturas de la plaza en línea los ojos del saetero a los de la Virgen de la Soledad.
Desde Doctor Diego Sánchez arriba se hicieron de nuevo las moleeras, pervivieron con fuerza encadenándose saetas, poesías y sentimientos rotos en torno a Nuestra Señora y Madre de la Soledad (a las tres de la noche aproximadamente asomaba a la parte alta del Tiro, entrando en Palacio Ducal).
Eso fue en la madrugada, donde ya los cofrades dejaron el resto en esa devoción añeja y permanente por la Soledad, que caminó pasito a pasito, emociones en forma de carceleras, marcheneras y moleeras propiamente dichas, sin olvidar ese matiz flamenco o social que convierte las saetas no sólo en canto, sino en transmisión de intensas vivencias.
Pasión desbordada, fervor en gargantas desgarradas, una oscuridad final en la que la luz de sus ráfagas eternas y el carisma por la devoción que le es profesada, albergaron un penetrante e inmortal en el tiempo espectáculo de saetas y de fe en Nuestra Señora y Madre, la de todos los marcheneros.