La Virgen de la Soledad fue acompañada por una gran multitud de marcheneros en el último tramo de su recorrido. Los alrededores de San Juan se llenaron de personas que no se quisieron perder el precioso paso de la cofradía por el lugar. No la dejaron sola, como siempre estuvo acompañada con esa aureola de devoción y cariño popular que se le profesa. El Triunfo de la Santa Cruz y la solemne urna del Santo Entierro de Cristo la antecedieron en una procesión llena de rituales bíblicos, de fe y de colorido, como suele ser característico de la hermandad de Sábado Santo.
Partió de Santo Domingo la procesión puntualmente a las seis de la tarde. De lo que viene siendo su segunda casa, pues salió del convento dominico por segundo año debido a las deficiencias de la querida Santa María. Se atisbaron algunos nubarrones nunca vistos antes en esta azulada Semana Santa de cielos esplendorosos, pero nada de lluvia, ni de malos presagios. Sólo sirvió para realzar la belleza de las imágenes con esos rayos de sol en contraste con un cielo más oscuro que en anteriores días.
Partió con los nazarenos infantes de pequeñas cruces, que son legión. Todas las hermandades de Marchena se han visto pobladas esta Semana Santa con un amplio número de nazarenos y la hermandad del Santo Entierro de Cristo, Nuestra Señora y Madre de la Soledad y el Triunfo de la Santa Cruz, es una de las más numerosas en este apartado, si no la que más.
Es un Sábado Santo en el que sale otra vez fuera de la Iglesia de Santa María, lejos de la Mota, de su Tiro, de la explanada oasis de vieja belleza e historia, y es por eso que el pueblo no la quiere dejar sola y la acompaña fiel en su viaje a Santo Domingo, donde sus hermanos nos reciben cariñosamente con los brazos abiertos, aunque nos tengamos que conformar con no poder ofrecer la perspectiva frontal de la salida de los pasos por la puerta. Nos han invitado los soleanos a entrar con los brazos abiertos, pero están fuera de casa ,y ahí no mandan los de blanco y negro, sino los del negro silencio y la roja sangre, que han optado por dar privilegio de ir y venir por sus escaleras y puerta a uno sí (en su Viernes Santo) y a todos los demás no, ni en Viernes ni en Sábado.
Así pues, donde manda patrón, no manda marinero, y siendo lo anterior mera explicación a los soleanos de por qué no podemos captar frontalmente una imagen esperada, es éste un Sábado Santo precioso de contrastes en el cielo y por lo tanto, si marinera es la Soledad, nosotros seremos náufragos entregados a sus encantos, que son muchos, diversos, tradicionales, populares, civiles, militares, bíblicos, romanos, cernicaleros, encantos de manto y saya y de mantilla y de Fe Ciega y de las Tres Marías, encanto de todo un pueblo entregado desde los más viejos hasta los más niños con esa pasión popular que desata la última de nuestras hermandades en el calendario.
Es Sábado y va bajando la comúnmente conocida Escalerilla por los escalones de Santo Domingo. Echamos de menos ese perfil inigualable de los rayos de sol en la explanada de Santa María que confieren esa esfera antológica a este paso que ha dejado de ser ya hace tiempo el hermano pobre de sus titulares y que es un auténtico 'pedazo de paso', representación alegórica sin igual del Triunfo de Cristo sobre la muerte que avanza con sus escaleras que sirvieron para descenderlo de la cruz.
Es un paso sin cuerpo, aunque con alma, porque atrapa, porque sin él tampoco se entiende al Cristo Muerto ni a la Señora Madre, porque tiene sabor añejo a texto bíblico y es una representación original, ceñida a la realidad de los acontecimientos, pero también distinta a cuanto se precie de imágenes de vírgenes y santos.
El Santo Entierro saldrá antecedido por su procesión de elementos variados y tradicionales que le hace constar al cortejo de una diversidad esplendorosa, de detalles de todo tipo que enriquecen a nuestra Semana Santa y a la cultura religiosa de la fiesta. La Fe Ciega vestida de blanco que confiere un carácter divino a la procesión, como la Verónica de morado que muestra el Paño con la imagen sagrada de Jesús, las tres Marías. Elementos clásicos a los que siguen otros tan propios de nuestra Semana Santa como la representación de nazarenos de cada una de nuestras hermandades, incluida la del Cristo San Pedro que con gentileza ha acogido a la Soledad estos dos años; capirotes rojos, verdes, morados y negros que dan colorido a la tarde.
Y sale de Santo Domingo el Santo Entierro de Cristo con rayos de sol que se dibujan en su urna de cristal para darle mayor misticismo a ese momento, para entre nubarrones negros hacer de los cielos, de la Urna y del Cristo muerto un choque intenso de sensaciones entre la vida y la muerte de un conjunto bello todo, preludio de Resurrección porque desprende más fuerza que abatimiento, y aunque esté presente y retratada la muerte, más luz que oscuridad.
Tras el Santo Entierro, la Policía Local con su jefe José Mantilla a la cabeza viste de vieja guardia azul y roja, junto a la Guardia Civil y a 13 de los 17 concejales del Ayuntamiento de Marchena. El presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías, Francisco Duarte, el párroco de San Juan, Don Juan Ramón Gallardo y el pregonero Manuel Labella, encabezan la comitiva que va tras el Santo Entierro.
Le sigue la centuria de romanos de la hermandad capitaneada por José María Laguna Lebrón, con plumas blancas y negras, blanca de Marchena, y negra de luto, a juego con los colores de la hermandad, de rojo los gastadores, de verde los capitanes y primer senatus y de azul la tropa que marcha al son del sobrio Pentecostés hacia el corazón de Marchena con los músicos de Nuestra Señora de la Palma.
Sale la Virgen de la Soledad, sale de Santo Domingo con ese carisma que dan los siglos y su majestuosidad, sale la Madre soleana con su palio donde se dibuja la amada Santa María entre aplausos del fervor popular que se le guarda como a ninguna a la Cernicalera, quizá la más esperada porque es la última y hay gusanilo desde hace varios días para que salga a las calles. Juan Antonio Pérez Vázquez y Juan Manuel Giraldo son sus capataces y le brinda un Mater Mea para empezar, la banda Castillo de la Mota.
Le acompañan las mujeres de manto y saya fieles retratos de la virgen con sus miradas cabizbajas de meditación y tristeza y las manos entrelazadas como la misma Virgen. La acompañan a ambos lados del paso en viva imagen de la reflexión y la pena.
Seguirá brevemente avanzando hasta llegar a su casa, al barrio de San Juan, donde todo en Semana Santa cobra otra dimensión. Y cómo estaba San Juan, y cómo se concentra esa pasión popular desatada, y cómo se espera con ilusión ese tramo final de la hermandad y de la Semana Santa, y cómo son multitud los marcheneros que buscan escaleras, poyetes, altillos para ver los últimos instantes de la Semana Grande. Qué espectacular cantidad de personas y qué incomparable marco siempre el de San Juan de historia inigualable.
Doctor Diego Sánchez abajo en este recorrido a la inversa viene el triunfo de la Santa Cruz con su sudario movido por la brisa, algo más de frío hace, pero eso no va a impedir a los marcheneros, que vendavales de viento a lo largo de los siglos han soportado para proclamar fe a la Soledad, esperen con ganas enormes al Santo Entierro y a la Nuestra Señora de la Soledad.
La urna de cristal es luz en la oscuridad inmensa, es solemnidad en el viejo barrio, es la sensación de un entierro de verdad, como si fuera real, como si fuera presente, con callada expectación y paso firme del féretro reluciente. Así es como con capirotes negros de fe de nazarenos lo llevan Alberto López y Daniel García.
Avanza para guardar puntualidad y ser siempre Cristo muerto en Sábado Santo, el Santo Entierro, para no romper el protocolo eclesiástico estricto y llegar al templo a las doce en punto del Domingo de Resurrección. Llegará acompañado de esas mujeres elegantes de mantillas negras que no lo han dejado solo en su muerte.
Llega la Soledad, Soledad que llega serena y deslumbrante con su ráfaga cargada de sabor añejo, de fuerza de transmisión, de comunicación de sentimientos, de Madre acogedora de la fe de los marcheneros. Llega con su carisma y entre una riada humana Nuestra Señora y Madre de la Soledad.
Tiene un carisma especial, tiene otro aire esta Virgen, es muy querida por el pueblo y se nota, es el final de la Semana Santa, lleva el nombre de los desprotegidos, de los olvidados, lleva el nombre de la Soledad, lleva el nombre más triste con la entereza que la Soledad lo sabe llevar. Es la Soledad siempre acompañada y acogedora que camina por san Juan.
Su nombre Soledad, confiere pena y tristeza, pero es ella con su fuerza trascendental la que impide que ningún marchenero se sienta solo este Sábado Santo y todos en masa se arremolinen pronto entrada la curva a San Francisco para formar moleeras de fe y de pasión, para pedirle que nunca se vaya a la Soledad, a la Soledad que nunca va sola ni deja sola a Marchena.