Entrevistas

Parte Primera. El párroco de San Juan, D. Juan Ramón Gallardo Soriano, abandonará su actividad como párroco después de 54 años de ejercicio, 50 de ellos en nuestra localidad. Comenzó en San Miguel, donde nos narra las vivencias de los años 60, no tan lejanos en la historia, que vinieron marcadas por una situación de extrema necesidad, de emigración.. ante la cual recibió testimonios de una gran dignidad por parte de los parroquianos. En su primera etapa en Marchena, le llegaron a llamar "comunista" por unos comentarios criticando abiertamente la actitud de algunos señores del Casino de nuestra localidad. Participó activamente en la Acción Católica Juvenil y se implicó en la construcción de viviendas sociales, el Bachillerato Nocturno o la organización de Cabalgatas de Reyes Magos, entre otras anécdotas que desempolva gracias a su privilegiada memoria.


Juan Ramón Gallardo Soriano, párroco actual de San Juan, abandonará su actividad el próximo 16 de septiembre, cuando le relevará en el cargo José Tomás Montes Álvarez, con quien ya ha coincidido en nuestra localidad para ir abordando el traspaso de funciones y presentarle el barrio y el pueblo en el que trabajará. No se va Juan Ramón Gallardo, que después de 50 años ha decidido continuar en Marchena su vida y que será párroco emérito de San Juan.

El padre Juan Ramón, como es conocido en nuestra localidad, nació en el pequeño pueblo malagueño de Sierra de Yeguas, en el seno de una familia de labradores, allá por 1935, cuando, nos recuerda su hermana Dolores, dicha localidad, que formaba parte del Arcipestrado de Campillo, formaba parte de la Diócesis de Sevilla.

De su infancia, nos recuerda Juan Ramón que se caracterizaba por ser "un niño que me pasaba todo el día haciendo travesuras, los niños de hoy son verdaderos angelitos comparados con los de entonces, que nos juntábamos en las calles para jugar a pedrada limpia, una vez tiré una china y resulta que fue a dar al cristal de la casa de un cura", curiosamente, cuenta el párroco. De esos años, final de la década de los 30 y principio de los 40, señala que "a pesar de la pobreza, la gente vivía feliz con poco" y en lo personal, estudió en la escuela única que había en el pueblo donde recuerda con nombre y apellido a algunos "muy buenos maestros" con los que contó, como Francisco Casas y Francisco Notario, en épocas en las que el sistema educativo era "castigador, pero no tanto por aquello de que la letra entrara con sangre, sino porque verdaderamente existía un sentido de la justicia muy pronunciado en los niños y cuando algo se hacía mal, se les castigaba y aceptaban que el castigo era por su bien".

Al terminar la escuela, la idea de realizar el Bachillerato eclesiástico le surgió "una vez que el párroco del pueblo estaba haciendo el censo parroquial, hablando con mi madre, le preguntó si me gustaría ir al Seminario, y dije que sí", manifiesta Juan Ramón, que recuerda que su pueblo no era de una marcada tradición religiosa en cuanto "no había conventos de monjas, ni de frailes, sólo una pequeña iglesia del pueblo" en la que ayudaría a dar Misa para posteriormente ingresar en el Seminario de Sanlúcar de Barrameda a los 11 años. Allí "seguí siendo igual de travieso, pero me fueron domesticando poco a poco", bromea, señalando que "la disciplina era seria y el nivel de estudios, exigente".

En el seminario coincidió con un grupo de alumnos "algunos inteligentísimos, 17 de los 23 sacaron sobresaliente" y que incluso acabaron completando su formación cristiana en lugares emblemáticos como Roma, Salamanca, Comillas...algo al precio sólo de "quienes podían costearlo". El padre Juan Ramón superaría 3 cursos de Filosofía y 4 de Teología en la Universidad, con asignaturas desde ciencias a latín y griego, para ordenarse, junto a varios compañeros más, "uno de Huelva capital y otros cuatro o cinco del Puerto de Santa María, y dos religiosas", recuerda, en el Palacio Arzobispal de Sevilla en 1958. Su familia le había acompañado de cerca estableciéndose esos años en Alcalá de Guadaira, pueblo del que destaca "el inmenso cariño y el apoyo" que le dieron en momentos familiares difíciles y duros.

Posteriormente, permaneció en Constantina como coadjutor entre "julio de 1958 y diciembre de 1961", afirma el párroco, que recuerda que vivían en común los tres párrocos, y los dos coadjutores, que participaron en actividades en beneficio de Cáritas en las cuales "organizamos zarzuelas que se sabía todo el pueblo y las de alrededor", junto a los frailes que habían estado en aquel pueblo durante mucho tiempo.

Juan Ramón se queda con que tanto él como los religiosos se involucraron en la vida del pueblo de tal forma que "la misma gente del pueblo se sorprendía gratamente de la confianza que habían cogido con nosotros" en esa etapa de la que los recuerdos son innumerables como la participación de un tenor de Cazalla de la Sierra en las zarzuelas, que iría a cantar incluso a San Remo, o la inclusión de un grupo de jóvenes chicas para el segundo acto de un teatro, que comenzó a llenarse con la presencia de éstas al punto de que el alcalde del pueblo les solicitó a los jóvenes coadjutores que "nos quedáramos a repetir la función al día siguiente, pero no pudimos porque nos esperaba una furgoneta de la base americana que no podía quedarse allí".

Fueron del gusto popular estas actividades, tanto que hubo alguna recién nacida que recibió por nombre Luisa Fernanda, como la zarzuela, o para promocionar las actividades recurrieron a la famosa B al modo de los "abisos" del Ateneo de Sevilla, para colgar un cartel anunciando la "campaña de Nabidad", que sirvió para crear un debate en el pueblo que hizo que "el teatro se llenara hasta los topes", y que en el pueblo llegaran a colaborar los religiosos activamente incluso en el montaje de casetas de Feria.

Ya en 1962, recalaría en Marchena, donde lo primero que le llamó la atención en los parroquianos, y más viniendo de su primera intensa experiencia juvenil, es que "el primer día no vino a saludarme nadie, me di cuenta que la gente era muy respetuosa, tímida, pero ya después poco a poco fue muy cariñosa.

Juan Ramón  Gallardo ganaría las oposiciones a cura propio en 1964 y poco a poco San Miguel comenzó a funcionar como parroquia autónoma, en el mes de mayo de ese año, recuerda con precisión.

El párroco define a San Miguel de los años 60 como "un barrio dejado de la mano de Dios, con hambre, con una pobreza extrema en muchos casos, llegaba gente a la parroquia que no tenía ni para comer", al punto de que "en la misa vespertina del domingo lo dije públicamente, que no podía ser que hubiera gente a las que el domingo le sirviera el confitero la merienda en las puertas del Casino y a 15 metros hubiera personas que se estaban muriendo de hambre, llegaron a decir en el Casino que yo era comunista", asegura el padre Juan Ramón, que tenía sus fuentes por el lugar.

En definitiva, en esta etapa al frente de San Miguel, el párroco trató de ir en consonancia con la denominada doctrina social, fundamental en el mandato del Papa Juan XXIII, y que sirvió para que se llevaran iniciativas como las de eliminar los aranceles para entierros, bautizos...que provocaba diferentes tipos de ceremonias según la clase social, siguiéndose la pauta de que los fieles contribuirían voluntariamente al sostenimiento de la parroquia a través de la cuota parroquial, que se fijó en un asequible precio.

"La Iglesia se hizo sensible a los problemas humanos, al derecho de las personas a vivir con dignidad", afirma Juan Ramón, que recuerda como un hombre al que no le cobró la partida de Bautismo que necesitaba para emigrar a Alemania, "volvió 12 años después, me trajo una cajita de puros para agradecerme que yo no había querido cobrarle las 5 o 6 pesetas de la partida..¡cómo le iba a cobrar una partida de Bautismo si se tenía que ir de su pueblo porque no tenía ni para comer!", exclama el párroco destacando la nobleza de este tipo de personas.

Fue el caso también de "una señora que el día del Bautismo de sus nietos era la madrina, y le ordené a los niños de la Iglesia que no le pasaran el cepillo a la madrina como era habitual, porque era una persona de escasos recursos económicos, pues vino 20 años después, y me recordó ese gesto, fíajte qué detalle de finura".

Juan Ramón Gallardo, quien ha intentado tratar a todas las personas con cariño "pero mis predilectos a los que les doy todo el cariño son los niños y adolescentes y las personas mayores", recuerda también como una señora de 80 años que vivía "en una choza", se presentó en su despacho de San Miguel con una sandía de 14 kilos (un año antes no le había llevado un melón porque los que sembró le salieron pequeños), y "no sé como no le dio un flato por el camino". 

Para el párroco "mucha gente creía que era pobre, se sentía pobre por no tener dinero, pero la grandeza de alma de aquellas personas era realmente impresionante, y por aquella gente valía la pena todo lo que pudiera hacer por ellos".

Ese detalle de la referida señora se debió a que el padre Juan Ramón no le cobró una partida de nacimiento y a que también la puso en contacto, como tantas otras personas, con Sebastián Moreno, "un señor al que nunca se le acabará de estar agradecido, que merece un monumento en Marchena", ya que "desde su puesto de trabajo en el Ayuntamiento arreglaba gratuitamente papeles a todos los viejecitos para que pudieran cobrar, ya que entonces muchos patronos no pagaban Seguridad Social ni nada".

Además, se emprendieron varias iniciativas dentro de las Juventudes de Acción Católica, junto con el padre Chimeno, entre ellas la organización de la cabalgata de Reyes Magos, que llevaba años sin celebrarse en Marchena, y de la que recuerda que pidió a Manuel rabanito cubos de chatarra y ruedas de balina con las que se realizó un cañón y fueron representados "diversos países para simbolizar la paz" a través de abanicos y diferentes símbolos, siendo la cabalgata "un éxito, ya que todo el mundo estaba deseoso de que hubiera paz social, ya que aún había gente que se sentía marginada por no poder expresar sus ideas políticas y fue una bonita forma de unir al pueblo".

Con el impulso del párroco en la gestión con el Ayuntamiento, que finalmente accedió a dar 3.000 pesetas para el montaje de las carrozas, recuerda Juan Ramón, se hizo realidad una propuesta que le había llegado a Juan Ramón de parte de un grupo de jóvenes entre los que se encontraban entre otros, Ricardo Ocaña o Ani Pernía, nos cita: "Las madres hicieron las indumentarias, el padre Desiderio, de San Agustín, la escayola como un auténtico profesional, hicimos un rótulo muy llamativo con un gran mensaje de paz", rememora.

Aparte de esta fiesta para el pueblo, había necesidades perentorias como la construcción de viviendas para los jóvenes de nuestra localidad, apoyando la construcción de las casas del barrio de la Guita, 62 viviendas que se construyeron con la creación de una cooperativa y el trabajo propio de la gente que no paró "ni sábados ni domingos", y que en parte contó con un precio "lo más barato posible", de "315 pesetas el metro", recuerda Juan Ramón, gracias al contacto del cura con un arquitecto profesional, amigo suyo de la por entonces reciente etapa en Constantina.

La barriada de Andalucía, Las Ventillas y el propio barrio de la Guita fueron barriadas que fueron poblando de viviendas Marchena, destacando Juan Ramón Gallardo la labor de hombres como Juan Pozo, Manolo Ponce y Leonardo Ponce de la fábrica Marciense, o Manuel Lebrón, manifestando sobre este último que "la Iglesia le debería hacer un monumento, nunca agradecerá la labor social que hizo por Marchena y por la Iglesia, aportando dinero y trabajo propio para la realización de la casa de la Iglesia en calle San Sebastián", recuerda de este hombre que "era un revolucionario de izquierda y se convirtió en un San Pablo, un hombre humilde de una integridad moral impresionante".

También recuerda con cariño el padre Juan Ramón, la implicación de la acción católica juvenil en el Club Juvenil, y aunque destaca en este frente que la implicación del padre Javier, 6 años más joven que él, es consciente de que "con el club juvenil se dio solución a un problema social, y es que los jóvenes no tenían donde ir a divertirse", destacando que "allí entraban jóvenes de toda clase". Aparte de esto, y a modo de anécdota, no fueron pocas las quejas de los responsables de bares de Marchena porque en el club juvenil las bebidas se consumían "prácticamente a precio de costo".

Otro de esos problemas era el fracaso, o más bien, el abandono escolar temprano, masivo en Marchena por las circunstancias socioeconómicas, de forma que propulsó el Bachillerato Radiofónico en la década de los 70, por el cual con un precio de "100 pesetas al mes y libros gratis", se inscribieron nada más y nada menos que "550 alumnos en una semana", algunos de los cuales, manifiesta, "son hoy en día maestros en Marchena".

Aquel Bachillerato, con el que colaboraron el propio Juan Ramón y profesores del instituto, entre ellos de latín, francés o lengua entre los que recuerda "a José María, a uno rellenito, bajito de francés..." fue llamado radiofónico porque en algunas sesiones las clases se retransmitieron por radio, y tuvo sus problemas de jerarquía, en el sentido de que fue la "envidilla" del Bachillerato oficial y organizado de mañana y tuvo sus trabas al tener que 'rodar' desde Padre Marchena, a San Agustín, pasando por Olmedo, entre otros lugares, por todo ello que la Iglesia "no sólo buscaba lo espiritual, sino ayudar a resolver los problemas humanos cuando el Estado y la sociedad no le daban solución", comenta, reseñando que a pesar de todo y durante 1 año, alumnos de 1º a 5º de Bachillerato cursaron el famoso Bachillerato nocturno.

Posteriormente, a Juan Ramón Gallardo le tocaría la responsabilidad de dirigir los designios de la parroquia de San Juan, tras la muerte de Miguel Parrales en noviembre de 1979. Pero eso ya es otra historia, historia reciente de la parroquia y de Marchena, que contaremos en la segunda parte de nuestra entrevista.