Cultura

La sala Akasha vivió uno de los mayores llenos de su historia en una noche del blues 'rockero' más sensacional visto en Marchena, que congregó en la sala a unas 200 personas que disfrutaron de la genial voz de Tim Mitchell y del grupo en general. Vargas Blues Band se sintió a gusto en el escenario, donde ofreció más de dos horas de concierto ante un público entregado a la calidad musical de la banda, que sumergió a todos en una noche de sabor a club musical americano.


El concierto de Vargas Blues Band fue francamente lo más parecido a una película de cine donde rompe ese blues brillante, lúcido, con intensidad, también de categoría, de cualquier película norteamericana de sabor urbano de música en la intimidad pero en el calor de un pub o de una sala musical.


Y es por eso que antes del concierto recordaban los componentes de la banda un concierto que ofrecieron en Hannover, en la sala Blues Garage, donde se respiraba sabor de "rock and roll auténtico" como en la propia sala Akasha; casi nada la comparación del genial Javier Vargas desde el camerino cedido por Francisco Narváez junto a esta sala marchenera líder de música independiente y referente provincial cada vez en mayor medida, ganándoselo a pulso con buen gusto y magníficos conciertos como éste.


Fueron de menos a más los Vargas, como la propia noche, como el propio público, subiendo la adrenalina de escuchar la voz de Tim Mitchell, un americano de Oklahoma que reside en Mallorca, vocalista en todos los registros con una categoría enorme y especialmente brillante en esos agudos sensacionales que nos transportaron a un mundo de sueño, de leyenda, de sabor a los 60 y a los 70. Universal siempre Vargas Blues Band.


Pronto se entonó el público, entregado en sus ovaciones y en sus silencios como buenos oyentes, pues no era poco el panorama de artistas marcheneros presentes en el lugar, desde componentes de la Bejazz hasta de Pen Cap Chew, siempre se aprende en estos conciertos.


Javier Vargas se mostró tranquilo, sin grandes alardes, pero muy a gusto, muy cómodo; sintiendo el placer de la música y jugando en equipo con Luis Mayo dando su toque de genialidad en el bajo, y el holandés Peter Kunst a la batería que demuestra porque le ha sacado la Vargas Blues Band mejor partido sacándolo del anonimato del Coffee Shop en que lo conocieron.


Los grandes tocan en cualquier parte y hacen disfrutar a un público ansioso de buenos conciertos de calidad, que no son sino aquellos distintos que envuelven al personal en otra atmósfera, en un sueño, en un mundo aparte durante las horas que tiene lugar la música. Y así fue la noche con Vargas Blues Band, una más entre muchas grandes noches que dan estos viejos rockeros que nunca mueren, una muy especial para el público marchenero.