Anoche en el salón de actos del Ayuntamiento, tuvo lugar un ameno encuentro poético entre el poeta local Jesús García Solano, el Premio Nacional de la crítica española Antonio Hernández, que mantuvo un elegante sentido del humor durante toda la noche, y el coordinador José García, presidente de la Asociación Colegial de Escritores de Andalucía. Todos ellos coincidieron en la temática de sentimientos profundos entrelazados entre sí en el paso del tiempo y en una vuelta a ese ser esencial que todo poeta lleva dentro. Las referencias a Andalucía con sus virtudes y sus pesares, también fueron recurrentes en la noche de ayer.
Tras unas palabras del concejal de Cultura poniéndonos al día del currículum de estos poetas, entre los que pudimos observar el pasado de diputado de UCD de José García, posteriormente candidato por el PA a la alcaldía de Málaga y autor de obras como Desacuerdo con Dios o 18 horas con Tejero, entre otros, además de prolífero columnista en prensa, el propio Antonio Calle definió a Jesús García Solano como una "persona muy inquieta" que se ha reencontrado con su esencia poética este verano y que causó impacto con su obra A orillas del Bronce, ya en 1986, además de su amor por la música y la obra de Turina o su saetario Quejíos de Amor.
Del protagonista de la noche, Antonio Hernández, destacó su obra El mar es una tarde con campanas, y la recogida de todas sus obras en Insurgencias, publicación reciente de este premio nacional, premio Rafael Alberti, premio andaluz de novela, del Círculo de las Bellas Artes...y de "poesía fascinante y exponente de la renovación de la poesía española", como en efecto demostró siendo un placer verdaderamente escucharlo no sólo leer poesía, sino, simplemente, hablar.
El coordinador, también patrono de la Fundación Unicaja, destacó de Hernández que es uno de los poetas que forman parte del póker de los mejores del país, y además "con la carta de as de corazones", utilizando este símil, aprovechando luego para bromear sobre la duración del acto y la coincidencia con el Sevilla-Valencia televisado, que le mantuvo en vilo toda la noche hasta llegar puntualmente al término de la obra a las 21.30 horas.
Antonio Hernández le tomó la palabra confesándose “bético hasta por encima de mí mismo”, de hecho ahí queda constancia con su obra La Marcha Verde y su famoso artículo “Viva el Betis manque Lopera”, que le costó que “me echara la cruz del gato, me pusiera en la lista roja..”.
De Andalucía como idea de Paraíso Perdido pero tomando fielmente elementos de la belleza de sus pueblos blancos, recitó sobre como hemos temblado viendo “el ceñir de las aguas a los peñas” y como ha latido viendo “el pueblo arriba en la montaña”, y también como se reconoce a sí misma Andalucía de la propia pluma del escritor cuando la define como “pueblo errante”, “leñador que se abraza al árbol”, “transitoriedad de hombres en el abismo”, en un poema, Alma Mater, de clara llamada a la autocrítica.
Recordó también sus andanzas en el teatro-cine Ramírez con sus comediantes y cantaores que por allí pasaban en su niñez, y el cariño con el que le trató cuando fue Pepe Marchena, con un nostálgico The End hizo un guiño a Nube Negra o a John Wayne, entre otros.
El mar es una tarde con campanas, poema de su primer y hasta ahora último amor, lo escribió con 18 años, una serie de poemas sin duda a la “primera sonrisa”, al “cielo de sus ojos” en el invierno en el que la descubrió.
Jesús García Solano ha vuelto a la poesía con ganas para mostrar letras de “amor, desamor, denuncia, desengaño”, y expresó como este mismo verano le ha atrapado el duende de la poesía, le ha “trincado de manera brutal” dejando atrás aficiones tan especiales para él como el aprendizaje de tocar el instrumento musical de la trompa.
Tercer Mundo, así denominado su primer poema que leyó, describe y transmite casi como si se estuviera viendo “los labios de los niños que mordisquean los pezones” de la madre, sus “caras que se marchitan”.
Posteriormente, apeló a la esencia de los sentimientos con Memoriza, “memoriza la magnitud de los pequeños ratos, la suma de los años perdidos, las dudas de amor, el exilio que ahoga mis fracaso, la voz con la pasión de los tangos..” para posteriormente tocar varios solos de campana en un poema de tristeza y melancolía, pero también de calma que transmite precisamente ese sonido tan propio de Marchena, como también habló de cómo pasan las horas “Por la tarde” o en “Concierto para cuatro manos” en el sentido de disfrutar con las pequeñas esencias de la vida de la posibilidad de transmitir sentimientos cuando “no corren vientos con noticias de amor” o “quedan pocos huecos azules en el cielo” y la música es el motivo, para concluir su primera ronda con pensamientos que hacen aparecer “Tu voz”… “cosida en los silencios, vago en la oscuridad de la noche en la búsqueda de la respuesta a preguntas que me dejan fantasmas de emociones…”.
En este sentido, José García disertó claramente exponiendo las grandes líneas de la poesía y sus correlativos: amor-desamor, Dios-duda, vida-muerte, y el tiempo con sus consiguientes volver al principio. Sobre el amor recomendó que “a veces puede dar un infarto” de tanto vivirlo y añorarlo, para posteriormente acudir a otro de los grandes temas en relación lógicamente con el tiempo, la vuelta, la añoranza de la infancia que no está tan cerca como parece en nuestros pensamientos, infancia a la que se refirió como “Paraíso perdido”: “era todo fácil, el pezón de la madre…, el gris de sus ojos, serena mirada de vigilia…nunca quise despegar de allí, un recodo de frío habitó mi existencia…suenan tan lejos las palabras de los hechos”.
Posteriormente se inmiscuyó en los mundos de las sílabas de marzo, de marismas, juncos, mareas, con la plasticidad de estos elementos en metáfora de clave de acompañamiento a la fragilidad de las noche callada donde el poeta intenta encontrar las luces del amor, donde “los oscuros lamentos se haránm flores nacientes”…
José García también lanzó la palabra como dardo a los “fieles que con el precepto de oír completa la misa, apenas tienen tiempo para ejercer la caridad, se sientan, muy serios, los cristianos que a su paso, le negaron el alimento” a Juan El Mendigo, mendigo de las iglesias de toda Andalucía que entra tímidamente en la Iglesia, “santiguándose como puede, se adentra por el pasillo, se sienta entre el cuarto y el sexto banco, la señora de la izquierda se mueve con bamboleo, hacia el pasillo del centro, la gracia y la paz de Dios esté con todos vosotros”…
Apeló el poeta en una elegía de dolor a que Andalucía la de “míseros jornales, que se vende por nada”, haga autocrítica, por lo que le dijo “clávate un puñal en el centro de tu esencia, muerdas tu risa, dónde está tu orgullo de pueblo dormido con las promesas, para qué blanca y verde si en tu corazón no ondea, despierta de este letargo, de la injusticia…me duele verte de esclava, cuando pudieras ser reina…”.
Antonio Hernández contó la historia de cómo le puso de nombre Miguel, por el poeta, y Hernández de apellido por él mismo, con su habitual sentido del humor, a su hijo, y recordando que Miguel Hernández el poeta “social por excelencia y que aún podría vivir, por lo que leyó un soneto del autor describiendo los paisajes de hortelanos derramando sangre “por el peso de los inviernos, primaveras y veranos…”, y posteriormente leyó un simpático y a la vez profundo poema sobre las andanzas de su propio hijo: “Miguel Hernández tiene tres años, se acuesta con los indios y un cangrejo, me rompe los poemas que más quiero, es evidencia de mis muertos…” si mi padre supiera que “su imagen se ha rehecho”…”muebles pintarrajeados, rompe balones, rebelde y tierno, cuando seas un hombre, no olvides que te llamas barro eterno”.
Jesús García Solano se adentró en su segunda parte en un mundo más interior del poeta con su lectura de un poema al Arco de la Rosa y a la vieja Virgen que allí posaba, o con el poema Censura, “crecida de palabra que me ataca, ligera como el agua…escribo cosas que me apartan de los vértigos, escritura me desvía de la lengua amoratada..”, así como con Hambre, ya que “somos hambre, profundos temores, penumbra..”, o en su canto al Otoño de neblinas de rincones y árboles que decrecen…para acabar con sus “Entendederas”, poema de gran sensibilidad y fruto de la experiencia en el que describe ser “cuerpo lejano de las guerras, que sueña cada noche con sus muertos, despide años brindando, besa labios con los ojos, ríe poco sin quererlo, carcasa de un montón de ideas en ebullición…”.
José García concluyó con un simpático regreso al mundo de la normalidad en un poema de disparates y ofreció nuevamente sílabas de marzo con sabor a brisa y labios de fresa, no sin hacer mención al cielo para aseverar, que “como en casa en ningún lado” desde su visión agnóstica, ya que “para qué el cielo, es aquí donde quiero vivir, sólo aquí, Dios no responde al grito con el que bramo mi dolor, sólo aquí por la tierra y la miseria, por la sangre que mana de esta tierra…”.
Por último leyó algunas letras flamencas por soleares especialmente: “Tomo la arena en una mano, la cierro con mucha fuerza, y no me queda ni un grano” o “vete con tu diosa misa, que yo me quedo en la calle, acariciando la brisa”, recordando citas de autores por otros palos como la seguiriya o de un autor granadino con la que le ofrecemos la penúltima: “si se muere la guitarra, que la entierren en el río, para que la toque el agua”…la última, tras una preciosa dedicada a Alcalá de los Gazules y su morería, dijon así: “Aunque te pases la vía, queriendo de tó saber, de ná te sirve la vía, si no aprendes a querer”; toná-tiento, pues, para terminar, y que no termine nunca, que siempre discurra, la buena poesía, que se haga intemporal en el tiempo.