Cultura

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La bailaora jerezana Manuela Moneo Carpio brindó un espectáculo colosal, salido de lo más hondo de sus entrañas, en la Plaza Ducal de Marchena, poniendo un broche, nunca mejor dicho, de oro a la Fiesta de la Guitarra. El cartel respondió a las expectativas con actuaciones de primer nivel en el cante, desde la hondura del maestro José de la Tomasa, a la escuela utrerana de Rafael de Utrera, pasando por la solidez incontestable de Rubito de Pará.

 

 



El presentador del acto, Alejandro Luque, de eldiario.es, destacó que Marchena es cuna de grandes cantaores, pero también de una dinastía de guitarristas de postín, iniciada por el memorable Melchor de Marchena y con continuación en la ilustre figura de Enrique de Melchor.

 


Su sobrino, Enrique de Melchor, y el músico marchenero Mane Moraza, interpretaron bulería y soleá por bulerías para iniciar la noche en la Plaza Ducal, enclave génesis de este festival fundado por Melchor y al que se ha vuelto nuevamente desde hace varios años.

 

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Llegó posteriormente el turno para Rafael Usero Vílchez, Rafael de Utrera, del que Alejandro Luque, que ofreció en cada momento la palabra precisa marcando fenomenalmente bien los tiempos de presentación, destacó que es una experta voz que ha acompañado a bailaores del prestigio de Joaquín Cortés, Farruquito, Cristina Hoyos o Eva la Yerbabuena, entre otros, o a guitarristas como Vicente Amigo y Paco de Lucía en su última gira.


Aún no es reconocido al cien por cien en el lugar que merece, apuntaría el presentador, al que otorgamos completamente la razón de estas palabras, pues el utrerano hizo honor al legado de su pueblo.


Abrió con solea apolá, acompañado de los percusionistas que usaban la clásica mesa de Feria para acompañar, y del guitarrista Pepe Fernández, nacido en Francia en una familia gitana de origen granadino.


Abrió con solea apolá, continuó con ‘cantes por derecho’ y desarrolló una entrañable tanda de alegrías el utrerano, con letras que hablaron de gitanas, de yerbabuenas, de dientes de manzanilla, cañaverales y barquillos de vapor, poniendo el colofón con una toná a palo seco.

 

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El cantaor morisco Manuel González Cabrera, Rubito de Pará, es un clásico en Marchena, esta vez en la Fiesta de la Guitarra, mostrando sus sensacionales tablas y un estado de madurez permanentemente en crecimiento.


Tientos tango abrirían su actuación, seguida de seguiriyas dedicadas a José Meneses que el ilustre morisco que hace unos años nos dejó, interpretó en su día, recordando Rubito, que lleva el cante no solo en la garganta sino en su legado cultural y de vida, la relación de Meneses y sus vínculos con Enrique de Melchor y muy especialmente con Melchor de Marchena: “Y era la pena, la rabia del que me amarraba, lo que me dolía”…proclamó una de las seguiriyas que cantaron dolores y represalias y que dieron pie a una radicalmente distinta segunda parte en la que se prolongaron animosas bulerías: a Córdoba, a los flamencos de Utrera (Perrate, Bernarda, Fernanda..).

 

“Águila que vas volando y en el pico llevas hilo, dámelo para cosérmelo, este corazón herío”, expresaba el cantaor tomando el vuelo de este romance sefardí de dilatada tradición poética.


Cantó al maestro José de la Tomasa un fandango que le compuso para su último disco y siguió la ronda de fandangos con menciones al pueblo andaluz, a la Huelva choquera y al respeto a los mayores que proclamó via fandango de Toronjo.


Rubito de Pará, 42 años de edad, se mueve a las mil maravillas en estas lides. Contundente y expresivo, y capaz de entonar melodiosos cantes como el de tientos a la clara y cabal luna de los llanos de Marchena, la inmensa luna llena.

 

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Hiromi, japonesa de Osaka, treinteañera, imparte clases de baile flamenco en la ciudad nipona. Nos comentaba antes del comienzo del festival que suele visitar Andalucía para observar de primera mano los métodos de trabajo de las grandes bailaoras, y de paso, por supuesto, verlas en los escenarios cuando actúan. Preguntada por cuáles son sus favoritas, citó sin dudarlo a Juana Amaya y a la propia Manuela Carpio, entusiasmada.


Más público oriental, francés y también autóctono de Jerez, al igual que de Utrera, se concentró en la noche cálida pero agradable de Plaza Ducal.


Alejandro Luque, el presentador, fue rotundo a la hora de aseverar que “sin las dinastías Carpio y Moneo no se entendería el flamenco en el mundo”.


De ella forma parte la bailaora jerezana Manuela Moneo Carpio, que lideró un cuadro flamenco extraordinario, el cual transmitió mucha emoción en cada instante de la actuación.


Premio del público en el Festival de Jerez recientemente, en 2022, la dilatada trayectoria internacional de Manuela Carpio, que ha bailado por todo el mundo, no solo es amplia, sino que se plasma con toda su autenticidad en pueblos de raigambre flamenca como Marchena, donde la comunión fue magnífica con el público, tal y como reconoció la propia artista, que dijo que se llevaría para Jerez el saber estar y entendimiento del flamenco que apreció en el respetable.


Su baile, pura raza, temperamento a raudales, mirada profunda, no deja un segundo sin que pase nada desapercibido en el escenario, lo cual habla de la calidad del espectáculo.


Juan Requena a la guitarra, el poderío del cantaor Enrique el Extremeño (uno de los más grandes sino el que más en las lides del acompañamiento a bailaoras), y el saber hacer de Torombo, Manuel de Tané e Iván de la Manuela, encumbraron los dos pases de baile que con distinto vestuario nos ofreció Manuela Carpio.


Azúcar, canela, guiños al cante de Huelva, Triana, o Utrera, y por supuesto de Jerez, poblaban letras de los cantes, que envolvían la esfera de ensueño de una bailaora entusiasmada, entregada.


Los cantes de jaleo en el que se fundían las tandas de bulerías, algún que otro fandango, cantaores que bailaban, bailaora que se animaba con algún cante, el alegre zapateo del hijo de Juanillorro (cantaor primo de Manuela, prematuramente malogrado ya hace cinco años), embrujaron al público de principio a fin en un espectáculo plasmado con espléndida naturalidad y con raza desbordante.

 

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“Por el acento, me refiero a ese pellizco, a esa forma en la que te llenas el pecho de alegría, esa forma en la que se te vean las costuras y los dobladillos, que se te escuche hasta el hipo.Manosea tus raíces, que de ahí salen siempre cosas buenas”, decía la voz de Lola Flores recreada con inteligencia artificial para el fantástico anuncio de Cruzcampo que ponía en valor esencias andaluzas.


Sea con Cruzcampo, ya fuera con una buena copa de fino, para la mítica tierra de los vinos han de marcharse con la cabeza muy alta Manuela Carpio y todos los suyos.


¡Eso es bailar!

 

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Por si fuera poco, José de la Tomasa, reciente Medalla del Ayuntamiento de Sevilla y Camarón de Oro, entre recientes premios que le han otorgado, cerró la edición de este año de la Fiesta de la Guitarra demostrando, como diría el presentador Alejandro Luque, ser “un superviviente representante de la Edad de Oro del Cante, guardián de las esencias, fiel custodio de cantes de la Alameda”.


Magnífica, además, la guitarra de José de Pura, ¡qué maravilla!


“Es indudable que, a través del grito de José nos llega, aún, el grito verdadero de nuestra tierra”, manifestaría en su día el periodista e investigador Emilio Jiménez Díaz.


De la tierra son esos potajitos de garbanzo de los que recordaba José de la Tomasa dar cuenta en pasadas y algo lejanas ya en el tiempo ediciones de la Fiesta de la Guitarra.

 

Tras su guiño a la memoria de Enrique de Melchor, comenzó el cantaor sevillano por tarantos.


Letras de ‘puño levantao’, de denuncia de muertes en el tajo, entre otros temas, poblaron algunas de las primeras letras del reivindicativo artista.


A Melchor de Marchena y Antonio Mairena dedicó otras coplas, proclamando a continuación que a “Manuel Torre y a Tomasa habría que fundirlos en bronce, seguiriya y soleá”.


Alegrías en honor a Enrique el Extremeño (que siguió a su compadre entre el público), dejaron sales de la tierra que pisan flamencas.


Esta actuación, sobria y con hondura, de José de la Tomasa, se fue convirtiendo temáticamente en casi un ritual del cante flamenco, con homenaje incluido a las malagueñas: “Manolo Vargas y Aurelio la hicieron universal, Enrique Mellizo con su cante gregoriano...”

 

Letras de pesares, una tanda de fandangos a la cultura gitana, a los seres humanos que no hacen daño al prójimo, a la tristeza de los niños que no pueden jugar y que ni Velázquez, Murillo o Zurbarán pueden pintar, fueron llevando la barca de la Fiesta de la Guitarra a una orilla de sueños y bronce (casi lorquiana), en la que José de la Tomasa puso el pie con una toná con olor a humillo de fragua, a eso de la una y media de la madrugada después de casi tres horas y media de un flamenco yerbabuena pura y jazmín, como el que aún aflora en la añeja Plaza Ducal, que ya aguarda, silenciosa, la Fiesta de la Guitarra 2024.

 

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