Creíamos estar acostumbrados a la sensibilidad que Rubén Gallego, La Sonrisa de Abril, transmite en cada una de sus canciones, en cada uno de sus conciertos, pero la entrada de los músicos de la Agrupación Musical Dulce Nombre de Jesús y su emotivo abrazo con el pequeño Antonio, el "capitán de los valientes" removió los entresijos de las entrañas y nos dejó el alma hecha jirones y el corazón compungido. Y todo ello en el contexto de un concierto excepcional, que abrió sus puertas con el intimismo de un canto a la amistad y bajó el telón con un alegato a la paz, un canto a los cuatro vientos en contra de la violencia parido por el añorado Antonio Flores.